La desaparición de los Señores de Tobajas tiene sus ribetes dramáticos.

 

Los vecinos de Carabantes comienzan a olvidar la leyenda. Hay quien habla de una niña encantada y no es extraño que hayan confundido esta leyenda con alguna otros de las muchas a que ha dado origen la cercana cueva de las brujas, y parece ser que en el Archivo Parroquial, se conservan documentos que hablan de la desaparición de joven heredero de un mayorazgo, cuyos bienes reclamó un tío a los 16 años de haber desaparecido el sobrino. 

 

Esto es muy verosímil en aquellas épocas, pero reconstruyendo la tradición veremos y la única más posible, es que el último señor de Tobajas vivía en solitaria morada, en compañía de su hija única y la servidumbre, en aquellos tiempos de la Reconquista en que todavía merodeaban, por estas tierras, algunas cuadrillas de moros cometiendo toda clase de excesos. Uno de los jefes de esas cuadrillas, exacto conocedor del país, acertó a ver y enemorarse de la muchacha, cosa muy frecuente entre los voluptuosos secuaces de Mahoma y puso todo su empeño en apoderarse de la joven. Preparó sus hombres, sobornó  a una de las viejas criadas de la casa y después de las muchas tentativas a través de un hombre que había estado durante horas y horas acurrucado detrás de una de las enormes piedras que forman el cruce de las peñas, llegó al lado de la muchacha y en menos tiempo que se cuenta le tapó la boca con su pañuelo, cargósela al hombro y corrio a doblar el cruce. La vieja criada seguía cantando, el anciano se felicitaba interiormente de aquella paz y alegría, que reinaban en la casa.

 

El raptor detrás de las peñas, la depojó de sus vestidos y le puso otros que traía preparados. Un jinete cargó con el vestido de la niña, y tomó el camino hacia Reznos que luego abandonó para internarse en el monte, antes de partir, el raptor Jefe  le dijo al hombre ¿Estás enterado? estoy enterado-Alcalí sea con nosotros- y se separarón, la niña fué cargada en brioso caballo sostenida por su raptor metidos en el bosque hacía Torrela paja. Una hora más tarde todo era alboroto en la Casa de Tobajas. Cansado el anciano de la soledad de la huerta, le asaltó el recuerdo de su hija y fue a buscar sus besos y caricias, la busco por todas las habitaciones y no estaba, preguntarón a todos los criados, y nadie sabía una palabra. La vieja sabía menos que todos.  Ira de Dios! ... exclamó el viejo-buscad a mi hija y la buscarón en vano a la doncella .. llego un criado a la esquina de la muralla, había hallado ya el rastro; en el camino hacía Reznos se contrarón algunos retazos del vestido de la niña seran las señales que iban dejando para marcar su paso, todo fue en vano, antes de llegar a Reznos se perdía el rastro para aparecer en la Bigornia y volver hacia atrás formando cruces y círculos, se desvanecieron todas las esperanza del viejo y el señor de Tobajas a los ocho días salía triste y cabizbajo de su morada señorial. –No volveré a ella-decia-... y no volvió él ni volvieron los sucesores.

 

La morada quedó sola y abandonada y entregada a los azares del tiempo que poco a poco la van demoliendo.                                               


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